¿Por qué quieren que la Guardia Nacional se vaya a SEDENA?
La lógica política de la reforma constitucional
En círculos militares, el asunto se da ya casi como un hecho: la Guardia Nacional pasa a la SEDENA. Y pasa porque pasa y porque así lo quiere el Presidente y punto.
Esa opinión parece ser compartida en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Funcionarios cercanos a la titular aseguran que la aprobación en el Congreso no es más que un trámite y que ya cuentan con los votos opositores (previsiblemente del PRI) para obtener una mayoría constitucional.
La reciente derrota legislativa del gobierno en el tema eléctrico no ha moderado el buen ánimo oficialista. Es que, alegan, la reforma de la Guardia Nacional es algo distinto. No hay en este tema, como si lo hubo en la reforma eléctrica, grupos de interés potentes movilizándose para derrotar a la reforma. Ni internos ni externos: probablemente el gobierno de Estados Unidos --o al menos su aparato de seguridad e inteligencia-- no ve con malos ojos el posible tránsito de la Guardia Nacional a la SEDENA: tendrían así un punto focal para la cooperación con México.
Asimismo, no es cosa fácil para los legisladores de oposición enfrentarse al poder concentrado de la popularidad presidencial y la elevada aprobación social de las Fuerzas Armadas. Y eso sin considerar que los gobernadores de partidos distintos a Morena no van a querer antagonizar a los militares, de los cuales depende (o imaginan que depende) la seguridad de sus entidades.
Y eso es cierto hoy, pero también era cierto en 2019, cuando se creó la Guardia Nacional. En la propuesta original, enviada al Congreso desde el periodo de transición, esta se ubicaría administrativamente en la SEDENA.
Para enero de 2019, ante un aluvión de críticas, el gobierno cambió la propuesta y decidió que la nueva corporación dependería formalmente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).
Ese repliegue sucedió en el ápice del poder de López Obrador. Su administración iba apenas iniciando, su gobierno contaba con mayorías amplias en ambas cámaras del Congreso, y la aprobación a su gestión andaba sobre 80%. Aún en esas circunstancias particularmente favorables, no se atrevió a forzar el tema.
Más de tres años después, con una imagen presidencial mucho menos sólida enfrentando una aritmética legislativa más compleja y con la sucesión a la vista, ¿qué le hace suponer al presidente que ahora sí va a poder impulsar una reforma constitucional mayúscula?
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