Prohibición, mercados ilegales y violencia
¿La violencia es una consecuencia natural de una prohibición?
¿La violencia es una consecuencia natural de la prohibición de un producto o servicio? ¿Los mercados ilegales están condenados a exhibir elevados niveles de violencia debido a la ausencia de mecanismos formales para resolver disputas?
La respuesta corta es no. Existen múltiples ejemplos de mercados ilegales que son, en lo fundamental, pacíficos. Por ejemplo, la mayoría de las formas de contrabando o de piratería no muestran por lo regular elevados niveles de violencia. Lo mismo vale para el juego ilegal, por ejemplo.
Aún en los mercados de sustancias ilegales, el nivel de violencia no está predeterminado. Por ejemplo, en el mercado al menudeo de la marihuana en los países desarrollados, las disputas rara vez se resuelven a balazos. En cambio, otros exhiben niveles desorbitados de violencia (v.gr., el mercado del crack).
¿De que depende entonces el nivel relativo de violencia en un mercado ilegal? La respuesta (parcial) es la siguiente:
En un ensayo de hace algunos años, Peter Reuter especulaba sobre los factores específicos de algunos mercados ilegales que pueden ser detonadores de violencia:
¿Qué se vende? Por sus características farmacológicas, algunas sustancias pueden, por ejemplo, producir reacciones idiosincráticas muy violentas (es el caso del crack). En esas circunstancias, probablemente los comerciantes tiendan a armarse para protegerse de sus clientes. En mismo sentido, si la mercancía en cuestión es particularmente valiosa (v.gr, la heroína), probablemente existan importantes incentivos a robarla. Los traficantes tenderán por tanto a defenderla con armas en mano (ya que no pueden recurrir a la autoridad en caso de robo).
¿Quién la vende? Si el mercado en cuestión está dominado por hombres jóvenes (entre 14 y 22 años), las tendencias a la violencia probablemente se acrecienten. También, si existe un número relativamente limitado de participantes, es tal vez más probable que se construyan arreglos informales no violentos para resolver disputas. Si en cambio, hay un número elevado de participantes y pocas barreras a la entrada, es más improbable (aunque no imposible) que existan arreglos informales pacíficos y estables.
¿A quién se le vende? Si las transacciones se dan fundamentalmente entre extraños, probablemente la desconfianza permee la relación entre comprador y vendedor (tanto en el menudeo como en el mayoreo) y esta puede derivar en violencia ante desacuerdos. Si, en cambio, existen relaciones más o menos estables entre vendedores y compradores, es posible que ambas partes en una transacción tengan incentivos a llevar la fiesta en paz.
¿Cómo se vende? En términos generales, las formas muy flagrantes de venta de bienes y servicios ilegales tienden a ser más violentas que las modalidades discretas. En el mercado al menudeo de drogas, por ejemplo, la venta abierta en vía pública es particularmente violenta: todos los participantes están expuestos a agresiones de otros participantes o a la acción de la autoridad y por tanto, todos tienden a estar armados. En cambio, si la droga se vende en un modelo de entrega a domicilio, es probable que haya considerablemente menos disputas violentas en el mercado. También en este sentido cuenta el número de transacciones: en el caso de la marihuana, por ejemplo, es posible (debido a su relativo bajo precio) que un comprador adquiera de golpe un volumen suficiente para cubrir varios meses de consumo; eso rara vez sucede en el caso de drogas caras como la heroína o la cocaína.
¿Cómo reacciona la autoridad ante la existencia de un mercado ilícito? En términos muy esquemáticos, si la autoridad muestra cierto grado de tolerancia a la existencia de un mercado ilegal, este tenderá a ser más previsible y por tanto, menos violento. Si, en cambio, hay un intento vigoroso de suprimir el mercado, pueden generarse condiciones de inestabilidad y por tanto, de violencia (la palabra clave es "pueden": el efecto neto de la acción de la autoridad depende de características específicas del mercado en cuestión).
Pero, más allá de las circunstancias particulares de cada mercado ¿no está demostrado que hay más violencia en condiciones de prohibición que de venta libre? ¿La experiencia de la prohibición del alcohol en Estados Unidos no probó que proscribir la venta legal de una sustancia altamente demandada dispara la violencia homicida y legalizarla la reduce? No, no está probado: vean este artículo de Emily Owens, profesora de política pública en la Universidad de Cornell, para una muy buena desmitificación del vínculo entre la prohibición del alcohol y la violencia en Estados Unidos. Como afirma la autora, dependiendo del modelo que se use, el efecto de prohibir el alcohol a nivel estatal está asociado lo mismo a un incremento modesto (+5%) que a una caída importante (-13%) de la tasa de homicidio (y a varios otros puntos en ese rango, con un margen de error importante).
En resumen, la conexión entre mercados ilegales y violencia es mucho más compleja de lo que a menudo se piensa. Y eso debería de servir de correctivo importante a la creencia, generalizada en algunos segmentos de la opinión informada, de que la legalización de las drogas es la varita mágica para que México recupere la seguridad perdida.